jueves, 12 de noviembre de 2020

Cuestionario guía completo 2020

 

I. Dios Uno en el Antiguo Testamento

1. ¿Qué sentido tiene la ausencia de teogonías en la Biblia?

2. ¿Qué matices proponen los textos yahvista y elohista en relación a Dios y los orígenes?

3. ¿Qué significa la figura de Noé?

4. ¿Cuáles son los elementos que se integran en la relación de Abraham con Dios?

5. ¿Cómo se prolongan los elementos de la relación de Abraham con Dios: NT y mundo actual?

6. ¿Cuáles son los elementos que aparecen en la relación de Moisés con Dios?

7. ¿Qué aspectos aparecen en la imagen de Dios, en relación con David y Elías?

8. ¿Cómo se realiza el pasaje de la monolatría al monoteísmo?

9. ¿Qué aspectos de Dios destacan las tradiciones históricas?

10. ¿Qué aspectos de Dios destacan las tradiciones proféticas?

11. ¿Qué aspectos de Dios destaca las tradición sapiencial?

12. ¿Qué formas literarias y qué perspectivas históricas proponen estas tres tradiciones?

 

II. Dios Uno en el CCE

13. ¿Cuáles son las dos escenas vinculadas con Moisés que usa el CCE para exponer sobre Dios Uno?

14. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de lo “tremendo” y de lo “fascinante” de Dios?

15. ¿Qué dos sentidos básicos tiene el nombre de YHVH, según CCE 207 y 212-213?

16. Exponer sintéticamente lo que propone el CCE sobre Dios como Verdad

17. Exponer sintéticamente lo que propone el CCE sobre Dios como Amor

18. ¿Cómo se relaciona la exposición del CCE sobre Dios Uno con su exposición sobre la Trinidad?

 

III. Dios Trino en el CCE

 

19. ¿Qué lugar ocupa el misterio de la Trinidad en el conjunto de los misterios de la fe y de la vida cristianas?

20. ¿Cómo podemos relacionar, en cuanto a su importancia, el misterio de la Trinidad y el misterio de Cristo?

21. ¿A qué se llama Oikonomia y Theologia?

22. ¿Puede ser conocido el misterio de la Trinidad a partir de la sola razón humana?

23. ¿Cómo se entiende a Dios como Padre desde el AT?

24. ¿Qué aspectos implica el nombre de “Padre” aplicado a Dios?

25. ¿La Biblia usa el concepto de “Dios Madre”? ¿por qué?

26. ¿Qué novedad aporta Jesús al misterio de Dios Padre?

27. Junto con el nombre de “Hijo” ¿cuáles son otros nombres eternos de la 2da Persona Divina?

28. ¿Cuál es la palabra clave del Concilio de Nicea y qué significa?

29. ¿Qué dicen los Concilios respecto de la relación entre el Espíritu, el Padre y el Hijo?

30. Resumir brevemente los contenidos esenciales respecto del “Filioque”.

31. ¿Cuáles son los tres conceptos esenciales del clásico “registro metafísico” de la reflexión trinitaria? Describirlos brevemente.

32. ¿Qué diferencia hay entre “obras divinas” y “misiones trinitarias”?

33. ¿Cuál es el equilibrio a guardar en la consideración de la acción de la Trinidad en la Oikonomia?

 

IV. Perspectivas teológicas

34. ¿De qué hablamos cuando hablamos del “registro metafísico”, del “registro psicológico” o del “registro personalista”?

35. ¿Cómo se vincula lo anterior con la “reduplicación del lenguaje”?

36. ¿Qué es la circuminsesión trinitaria o perijóresis? ¿Cuáles son sus dos dimensiones?

37. ¿Por qué podemos relacionar a las Personas divinas con la Vida, la Luz y el Amor? ¿Hay más de un modo?[1]



[1] Recordar aquí (también) lo dicho sobre las apropiaciones o adjudicaciones divinas, en la Unidad 16, punto 9.

Unidad 17. La analogía psicológica en San Agustín

 

   Agustín piensa que el espejo menos defor­mado de la naturaleza divina es el hombre; y en el hombre, el alma; y en el alma, el espíritu o la mente (mens), que es su parte superior: el al­ma en cuanto principio de operaciones espirituales, más allá de su fun­ción sensitiva y vegetativa…

   Agustín prefiere la analogía del espíritu o las tríadas «psico­lógicas» en las que encuentra una imagen de la Trinidad a través de tres etapas.

   En la primera se presenta la terna «mente-noción-amor» (mens, notitia, amor): Allí la noción (notitia) y el amor son derivados de la mente que se conoce y se ama (De Trinitate IX, 1-6), y que así, en cuanto idénticos en la única substancia del espíritu humano, son una imagen de los tres relativos en el seno de la única substancia divina…[1]

   Dado que no era claro que mens fuera un relativo como notitia y amor (De Trinitate IX, 4, 5s) Agustín modifica su esquema. Y “mente” pasa a ser sustituido por el relativo memoria (como «memoria de»):

“Estas tres cosas, memoria, inteligencia y voluntad, no son tres mentes sino una sola mente, ni tres substancias sino una sola substancia... la memoria en cuanto memoria es algo relativo y lo mismo diría de la in­teligencia y de la voluntad” (De Trinitate X, 11, 18).

   Cada elemento de esta nueva tríada se define tanto en referencia a otra cosa como recíprocamente: «recuerdo que poseo memoria, enten­dimiento y voluntad; entiendo que entiendo, quiero y recuerdo; quiero querer, recordar y entender» (De Trinitate X, 11, 18).

   La «memoria» no es aquí el recuerdo de cosas pasadas, sino la autoconciencia del es­píritu, presente a sí mismo. Esta autoconciencia y autopresencia de la mens es un conocerse habitual, originario, inamisible, infalible y total (De Trinitate X, 1-10). Esta pura presencia del espíritu a sí mismo en el conocimiento y amor de sí mismo es una originalidad de Agustín y señala una de las cumbres de su pensamiento.

En el Libro XV la mente no es imagen de las personas divinas por el mero conocimiento y amor de sí misma, sino por el conocimiento y amor de Dios. En el primer caso ella está apenas en Dios, sólo en el segundo ella está con Dios: «Esta trinidad de la mente no es imagen de Dios porque la mente se conoce, se recuerda y se ama a sí misma, sino porque puede recordar, conocer y amar a su Hacedor» (De Trinitate XIV, 12, 15).

 

Tomado y resumido de:

Ricardo Ferrara, El Misterio de Dios. Correspondencias y paradojas, Buenos Aires, 2005; 416s.

 



[1] Recordemos aquí que la noción de “relativo” o “relación” se usa en el vocabulario trinitario para lo Trino que son las Personas, mientras que “sustancia, naturaleza o esencia” se usa para lo Uno. Véase CCE 253-254.

jueves, 5 de noviembre de 2020

¿Dios Padre como una mujer negra? La representación de Dios Padre en La Cabaña

 

Probablemente, uno de los elementos más sorprendentes de La Cabaña es representar a Dios Padre como una mujer afroamericana. Esta representación ha recibido críticas muy duras por parte de algunos teólogos evangélicos, no por la representación concreta (mujer afroamericana) sino por la representación antropomórfica en sí misma.

   No obstante, se pueden decir varias cosas al respecto. En primer lugar, dada la postura general que tiene el protestantismo en relación con las imágenes sagradas se entiende mejor la resistencia frente a una imagen de Dios Padre, que –no obstante‒ no es rara en el mundo cristiano: baste mencionar el famoso ícono de Rublev. También en el cristianismo occidental encontramos pinturas de la Trinidad en que el Padre es representado como un hombre más anciano que Jesús.

   Además, el género literario del libro impide un dictamen rígido respecto de su contenido: se podría decir que se trata del relato de una manifestación mística que sucede dentro de un sueño en una novela… o sea: no es un manual de teología que pretende asentar unos conceptos “claros y distintos”, sino un mundo simbólico que intenta insinuar y conmover.

   Y dentro de ese mundo simbólico específico la aparición de Dios Padre como una mujer tiene otro sentido: la tremenda historia de Mack con su padre necesita ser redimida, y la “idea de padre” que tiene Mack necesita ser rectificada y enriquecida. Por eso, cuando Mack logra reconciliarse con su padre humano, Dios Padre cambia su forma de manifestación a una representación masculina.[1]

   Yo creo que el autor de libro nunca ha leído a Ghislain Lafont, pero con esta doble imagen complementaria logra una cierta “reduplicación del lenguaje”,[1] relativizando ambas imágenes que no son otra cosa que modos de insinuarnos distintos aspectos de un Dios que trasciende toda imagen y todo concepto. De hecho, esto se dice explícitamente en el libro: “se trata de combinar metáforas para ayudarte a no recaer fácilmente en tu condicionamiento religioso” (p. 101).

   Además, que la mujer sea afroamericana tiene otro efecto en relación a la “purificación de las imágenes” que nos hacemos de Dios; pues si bien Mack sabía que Dios no tenía sexo, “le avergonzó admitir para sí que todas sus visualizaciones de Dios eran muy blancas y muy masculinas” (p. 102). Y respecto de la película, la figura de esta mujer es la misma que le invitaba pastel cuando era niño y que era para el pequeño Mack una referencia de amor, respeto y normalidad.

   Por otra parte, si se profundiza un poco en el tema del antropomorfismo podemos seguir exorcizando temores al respecto: la Biblia nos muestra que el hombre es teomorfo, pues ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26s). Profundizando en esto Karl Rahner y H. U. Von Balthasar en sus respectivas antropologías teológicas nos han mostrado que la creación entera ‒y muy particularmente el hombre‒ ya están pensados en relación a Cristo “desde antes de la creación del mundo”, como dice el himno que inicia la Carta a los Efesios. Y por eso se puede decir que la creación se diseña como la “gramática de la encarnación” en la cual el Lógos podrá expresarse cuando se haga hombre: “la naturaleza humana... es desde el origen, el símbolo real constitutivo del Logos mismo... De tal modo que se puede y hay que decir en una originalidad ontológica última: el hombre es posible porque es posible la alienación ontológica del Logos”.[2]

   Además: ¿se salvaría de una semejante crítica de antropomorfismo la “parábola del padre misericordioso”? Allí se representa a Dios Padre como un padre de familia que –al ver desde lejos a su hijo menor que vuelve‒ se le conmueven las entrañas, corre, se echa sobre el cuello de su hijo y lo llena de besos.[3]

   También la palabra aramea Abbá (=Papá) pertenece profundamente al mundo de lo humano: surge de los primeros balbuceos de los niños más pequeños cuando comienzan a hablar; y “es en la vida familiar de cada día donde se le llama abbá al padre”.[4] Y establecer esta palabra para hablar con Dios y de Dios es una originalidad de Jesús, pues “para la sensibilidad judía habría sido una falta de respeto, por tanto algo inconcebible, dirigirse a Dios con un término tan familiar. El que Jesús se atreviera a dar ese paso significa algo nuevo e inaudito. El habló con Dios como un hijo con su padre, con la misma sencillez, el mismo cariño, la misma seguridad. Cuando Jesús llama a Dios Abbá nos revela cuál es el corazón de su relación con él”.[5]  Jesús nos propone una comunidad en que la fraternidad es el elemento esencial: "Todos ustedes son hermanos" (Mt 23,8), y en la cual el don de sí mismo a los demás es la clave de la comunión (Mt 20, 25-28; 23, 11; Jn 13, 1-17). 

   Se puede decir que ese clima familiar, cálido, confiado, distendido se logra en La Cabaña, presentando una tranquila cabaña cuya chimenea deja escapar suavemente el humo, y de la cual surgen ricos aromas de pasteles horneados por una amorosa y compasiva mujer, que tiene fuertes rasgos maternales.[6]

   Para el tema particular de las “llagas del Padre” (pp. 104 y 177) que representan la com-pasión de Dios en la pasión de su Hijo, baste recordar que ya hace más de treinta años que San Juan Pablo II nos mostró “en Dominum et vivificantem, la más trinitaria de sus encíclicas” unas “avanzadas especulaciones que presentan al Espíritu «introduciendo el sacrificio del Hijo en la divina realidad de la comunión trinitaria (DVi 41a)»“.[7]

   Y con esto volvemos al tema de la paradoja, que es esencial al equilibrio del pensamiento teológico cristiano. La paradoja no es una contradicción (círculo cuadrado) sino la contemplación de dos verdades sobre Dios que –vista cada una en sí misma‒ vemos que corresponden a Dios pero que –cuando queremos sintetizarlas en una contemplación única‒ nuestro pobre espíritu limitado se ve desbordado por la infinitud de Dios. O, dicho de otro modo: la paradoja nace de la convicción de que todas las perfecciones deben existir en Dios, aunque nuestra pobre mente no pueda compatibilizar su coexistencia. Que Dios sea, al mismo tiempo, infinitamente perfecto (lo cual incluye el atributo clásicamente denominado “inmutabilidad divina”) e infinitamente amoroso y compasivo nos parece correcto; pero poder conciliar “inmutabilidad y compasión” queda más allá de nuestra contemplación terrena.



[1] La representación del libro es un hombre blanco anciano “parecido a Gandalf en El Señor de los Anillos”, como se lo había imaginado Mack en su conversación con Willy, antes de ir a la cabaña. En la película se elige al actor iroqués Graham Greene que tiene cierto parecido con Octavia Spencer… y no es blanco (para no recaer en una mirada “supremacista”).

[1] G. Lafont, Peut-on connaitre Dieu en Jésus-Christ?, Paris, 1969, 126-130.

[2] A. Cordovilla, Grámatica de la Encarnación: La creación en Cristo en la teología de K. Rahner y Hans Urs von Balthasar, Madrid, 2004, 125. Todo el texto de Cordovilla ronda estas ideas. Puede verse al respecto el resumen que hago de este libro en el Tomo II de mi tesis de doctorado (pp. 123-128).

[3] La conmoción de las entrañas se expresa en el texto griego con el significativo verbo splagjnidzomai. El mismo verbo también se aplica al rey -que representa al Padre- en la parábola de Mt 18, 23ss: véanse los vv. 27 y 35.

[4] J. Jeremías, Abbá. El mensaje central del Nuevo Testamento, Salamanca, Sígueme, 2005, pp. 66ss. La cita es de la p. 68. Esto se corresponde con lo que Mack experimenta en la cabaña: “algo simple, cálido, íntimo, genuino; algo sagrado” (p.117).

[5] [5] J. Jeremías, Abbá, p. 70.

[6] Para el amor de Dios en clave maternal (y más que maternal) véase: Isaías 49, 14-15.

[7] R. Ferrara, Misterio de DiosCorrespondencias y paradojas, Buenos Aires, 2005, p. 456.

 

La presentación del misterio trinitario en "La Cabaña"

 

   Desde que aparecen las Tres Personas Divinas, aparece la paradoja de “lo Uno y lo Trino” en Dios: cuando Mack les pregunta “Entonces ¿cuál de ustedes es Dios?”, los Tres contestaron al unísono “Yo” (p. 95).

   La exposición del misterio trinitario está en primera persona: “No somos tres dioses; no estamos hablando de un dios con tres actitudes, como un hombre que es esposo, padre y trabaja­dor. Yo soy un solo Dios y soy tres personas, y cada una de las tres es plena y enteramente única”. Y es una exposición que no anula el misterio, pues como dice el mismo Dios: “que no puedas entender la maravi­lla de mi naturaleza en realidad es bueno. ¿Quién querría ado­rar a un Dios que puede ser plenamente comprendido, eh? No hay mucho misterio en eso”.

    Y ante la pregunta de Mack respecto de qué diferencia hace que Dios sea Uno y Trino, la respuesta es contundente: “¡eso hace toda la diferencia del mundo!”. Porque “si yo fuera simplemente un solo Dios y una sola persona, entonces tú te verías en esta creación sin algo maravilloso, sin algo esencial incluso: Amor y relación. Todo el amor y relación es posible para ti sólo porque ya existe dentro de mí, dentro de Dios mismo. El amor no es limitación; el amor es vuelo. Yo soy amor” (p. 110).

   La narración también quiere mostrar que el “don de sí” a los otros es la actitud de cada Persona Divina:

   ‒ “…no fue qué decían lo que atrajo a Mack, sino cómo se relacionaban entre sí. Nunca había visto a tres personas conversar con tanta sencillez y belleza. Cada uno parecía más atento a los demás que a sí mismo” (p. 131).

   ‒ “Estar en la presencia de la expresión de tanto amor… Algo simple, cálido, íntimo, genuino; algo sagrado. Lo sacro siempre había sido un concepto estéril y frío para Mack, pero esto no era así” (p. 116s).

   ‒ “Los tres hablaban y reían como viejos amigos que se conocieran íntimamente… y (Mack) se preguntó qué sería necesario para compartir algo así…” (p. 214).

   La respuesta a esta pregunta atraviesa todo el libro: “Amor y relación” (p. 110); “La vida implica un poco de tiempo y mucho de relación” (p. 101); “Este fin de semana es de relación y amor” (p. 111).

   E, incluso, se avanza audazmente en la presentación cuando Mack plantea quién es realmente la autoridad entre ellos diciendo: “Bueno, sé que ustedes son uno y todos y que hay tres… ¿Uno de ustedes no es más jefe que los otros dos?”. Ante esto “los tres se miraron como si jamás se les hubiera ocurrido esa pregunta” (p. 131).

   Esto coincide con lo que dice San Gregorio de Nacianzo: “una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje...Es la infinita connaturalidad de tres infinitos” (citado por el Catecismo de la Iglesia Católica 256).

   Y también hay una bella, profunda y revolucionaria afirmación de Romano Guardini que se expresa en el mismo sentido, a saber, que la Trinidad nos enseña que ser comunidad significa estar dispuesto a darlo todo:  “Enseña que todo, absolutamente todo, puede ser común y que en los niveles más altos tiene que ser común”.[1]

   Esto abre perspectivas que serán exploradas y explotadas al máximo en el libro: la Trinidad como modelo de comunión excluye la superioridad de uno sobre otro, y la imposición de uno sobre otro. En realidad es exactamente todo lo contrario: es el don de sí mismo de cada uno a los otros, que fructifica en una comunión de vida, luz y amor…



[1] R. Guardini, “La significación del dogma del Dios Uno y Trino para la vida moral de la comunidad”, en R. Guardini, Escritos Políticos, Madrid, Palabra, 2011, 330 (el subrayado es nuestro). Este texto se puede encontrar en Google Books.

viernes, 30 de octubre de 2020

Unidad 17. Bloques trinitarios significativos en el CCE

 

1. En la Parte dogmática:

Una fe trinitaria: 150-152

La creación, obra de la Trinidad: 290-292

Una antropología trinitaria: CCE 369-373 (cf. 1702, 2205, 2331)

La resurrección de Jesús, obra de la Trinidad: 648-650

La Iglesia: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu 781-810

                                  

2. En las otras Partes del CCE:

La Liturgia, obra de la Trinidad: CCE 1077-1112

Moral y Trinidad: CCE 1692-1695

Oración y Trinidad: CCE 2663-2672

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Unidad 15 - Los Tres son Vida, Luz y Amor - versión 2020

 1. La Trinidad y la felicidad humana.

1. El deseo universal de felicidad.

 

            Todos deseamos ser felices.

Desde la antigua filosofía griega hasta las reflexiones –y los sentimientos–  contemporáneos, todos coincidimos en que el deseo de felicidad es algo connatural al ser humano. Decía –por ejemplo– San Agustín: “Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada”.[1]

            Y, a veces, nos preguntamos: ¿en qué consiste la felicidad?

 

2. A la luz de la Palabra de Dios.

 

            Leyendo el Evangelio según san Juan, encontramos tres valores supremos: la Vida, la Verdad y el Amor. Allí se nos dice:

 

– En cuanto a la Vida:

– “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios... En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Jn 1, 1.4).

– “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.” (Jn 3,16).

 – “Yo he venido para que... tengan Vida, y la tengan en abundancia.” (Jn 10, 10).

– “Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?».” (Jn 11, 25-26).

 

– En cuanto a la Verdad:

– “Todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.” (Jn 3, 20-21).

– “Jesús dijo... «Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres».” (Jn 8, 31-32).

– “Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».” (Jn 14,6).

– “Pilato le dijo: «¿Entonces tú eres rey». Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz».” (Jn 18,37).

 

– En cuanto al Amor:

– Jesús dijo: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros.” (Jn 13, 34-35).

– Jesús dijo: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor... Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn 15, 9-13).

– Y dijo también Jesús: “Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos.” (Jn 17,26).

 

3. Trinidad Divina y felicidad humana.

 

            Personalmente, creo que los tres valores supremos que nos muestra el Evangelio según San Juan son el contenido concreto de la felicidad que todos deseamos. Sobre todo, si imaginamos estos valores en su grado máximo Pues, si tenemos Vida eterna, Verdad total y Amor Infinito ¿qué más podríamos pedir? Cualquier otro valor que se nos ocurra queda incluido en estos tres.

            Además vemos que, si tenemos dos de esos valores, pero nos falta uno de ellos, no somos felices. Si tenemos vida y verdad, pero no tenemos amor, no somos felices. Si tenemos vida y amor, pero no tenemos verdad, entonces estamos confundidos y angustiados, y no somos felices. Y, si nos falta la vida, ni siquiera somos. Para ser felices necesitamos estos tres valores supremos inseparablemente unidos. Y si queremos una felicidad absoluta, necesitamos estos tres valores en su grado máximo.

            Y esto nos lleva a la Santísima Trinidad. Pues, al Padre –que engendra al Hijo, y a quien llamamos “Creador”– lo relacionamos con la Vida; al Hijo –que es la Palabra del Padre, y la Luz del mundo– lo relacionamos con la Verdad; y al Espíritu Santo –que es el Amor del Padre y del Hijo, y “el amor derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5)– lo relacionamos con el Amor.[2]

            Y, ahora vislumbramos también por qué –para ser felices– necesitamos estos tres valores inseparablemente unidos: esto es así, porque las Tres Personas Divinas son inseparables.

            Por eso, podemos decir que la felicidad humana consiste en el encuentro y la comunión con la Santísima Trinidad. Si estamos en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tenemos Vida, Verdad y Amor mientras peregrinamos en este mundo... Y tendremos Vida, Verdad y Amor de modo infinito y eterno, cuando pasemos más allá de este mundo.

Pues, más allá de las hermosas y gratificantes experiencias de amor y de amistad que podamos tener en este mundo, lo cierto es que “Sólo Dios sacia”.[3]

 

 

2. Los Tres son amor

   Siguiendo reflexiones del teólogo benedictino G. Lafont, podríamos decir que en la Trinidad contemplamos a Dios Padre como engendrar puro, actualidad pura e infinita comunicación.[4]Y contemplamos al Hijo como Receptividad pura y Eterna Eucaristía:

   - el Hijo recibe su ser divino del Padre y como “Receptividad pura –más allá de toda temporalidad y de toda distinción entre hipóstasis y operación–; es una recepción del don de Dios que no deja jamás de ser tal, pues no conoce la apropiación, pues reenvía el don recibido en un inmediato absoluto”.[5]

   - el Hijo también es Eterna Eucaristía (= Acción de Gracias) al Padre que lo engendró, y por eso se entrega eternamente al Padre con Gratitud Infinita.

   Y del Amor-Fontal-Sin-Origen del Padre y del Amor-Gratitud-Infinita del Hijo procede el Amor-Comunión-Eterna que es el Espíritu Santo.

 

3. Los Tres son Vida, Luz y Amor

   Complementando las dos perspectivas anteriores, podemos decir que los Tres son Vida, Luz y Amor… pero no del mismo modo. Y en el cuadro que sigue, lo sintetizo:

 

Padre

Hijo

Espíritu Santo

Vida

Origen de la Vida

Vida recibida y comunicada

Culmen de la Vida

Luz

Fuente de la Luz

Luz como Brillo

Luz como Calidez

Amor

Amor Fontal sin origen

Amor como Receptividad Pura y Gratitud Infinita

Amor como Comunión Eterna

 

 



[1] Citado en CCE 1718.

[2] La reflexión cristiana ha llamado “apropiación” a este tipo de relación entre una de las Personas Divinas y algún valor o algún atributo divino. En la realidad, el valor o atributo es común a las Tres Personas, pero –pedagógicamente– se lo relaciona con una Persona en particular, para facilitar el conocimiento de lo peculiar de esa Persona. Ver, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, 39, 7 y 8.

[3] Santo Tomás de Aquino, citado en CCE 1718.

[4] Cf. G. LafontPeut-on connaitre Dieu en Jésus-Christ? Problematique, Paris, 1969, 272

[5] Ibid, 273.

Cuestionario guía completo 2020

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